En China las autoridades están creando una gran base de datos de los ciudadanos a través de imágenes captadas por cámaras de seguridad. Hay millones instaladas en todos los lugares públicos y permiten saber lo que hace cada persona, qué ropa lleva, o a qué lugar va en cada momento. Dicen que sirven también para controlar su civismo y la fidelidad al partido comunista.
Salida de una estación de metro de Pekín. Lo que nuestra cámara de televisión registra así, las nuevas de seguridad de inteligencia artificial enumeran a cada ciudadano. Y no solo eso, describen la ropa que llevan, sus características físicas y hasta la edad y el sexo.
Nos garantizan la seguridad, dice este joven, que no critica el que ya llaman el Gran Hermano chino.
Parece imposible evitar estos ojos electrónicos que todo lo ven. Mi imagen ahora está siendo grabada en esa gran base de datos de identidades en la que imaginen ustedes cuántas cámaras de seguridad tiene que haber en una ciudad como Pekín en la que hay 22 millones de habitantes.
Cifras secretos, pero se habla de más de 70 millones de estas. Visitamos la empresa que ha creado este novedoso sistema de reconocimiento facial sirviéndose de complejos algoritmos. Su colaboración estrecha con la policía permitió el año pasado arrestar a unas 3.000 personas presuntamente implicadas en un delito. Pero la polémica aparece cuando todos estos datos se utilizan ya, de forma experimental, para evaluar el civismo y la lealtad al partido de muchos habitantes.
Si esta tecnología llegase al extranjero tendrían que ser los gobiernos los que reglamentasen sus límites. Aquí en China nos está permitido utilizar los datos privados, nos dice este representante de la empresa. Datos que dicen mucho de nosotros y que se unen a los que ya utilizan plataformas comerciales, por ejemplo, los trayectos habituales que hacemos cuando cogemos una bicicleta compartida o nuestros hábitos de consumo al pagar a través de WeChat, el WhatsApp chino.